ACTIVIDAD DE INPUT GRAMATICAL

Lee este texto sobre la formación de movimientos sociales en México y rellena los huecos con la cláusula correcta de la lista al pie

Convertir la indignación en cambio político

En un año “Podemos” convirtió esa idea en una gran posibilidad de triunfar en las elecciones de España. Casi todas las encuestas le dan el primer lugar en intención de voto por encima de los dos partidos tradicionales PSOE y PP, pero si no hubieran canalizado el voto del ciudadano indignado, su éxito no habría sido posible.

En México tenemos algunos años sin poder convertir la indignación en una alternativa real de cambio político.

El campo conservador ha conseguido erigir una muralla y se ha convertido en una poderosa fortaleza asediada. Su habilidad y capacidad de simulación ha rayado en la obscenidad. En el tema de las candidaturas independientes y las consultas aparentó aceptarlas, pero si hubiera tenido voluntad de hacerlo, hoy la democracia mexicana sería más sólida. En realidad todos los partidos con representación en el Congreso de la Unión aprobaron leyes que impidieron que esto fuera posible.

Desde hace unos 20 años han ocurrido movimientos sociales y políticos novedosos y de inmensa convocatoria social y civil. Estos procesos no se hubieran desencadenado si no se hubiera desencadenado el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Estos movimientos a veces se colocaron como opciones alternas al proceso electoral o derivaron de conflictos en este ámbito, como los gestados contra el fraude de 1988, 2006 y 2012.

La cuestión de la seguridad también ha tenido inmensas movilizaciones, como la de aquella inmensa manifestación durante el sexenio de Fox y también la gestada en torno a Javier Sicilia. Sin mencionar la extraordinaria movilización actual ante los crímenes de normalistas de Ayotzinapa. Sin duda, si no se hubiera producido la movilización contra estos crímenes, el mundo los desconocería por completo en la actualidad.

Sin duda que todos en su conjunto han ido acumulando experiencia y tienen cada uno y en su conjunto una importancia muy relevante, dado que implican un fenómeno de rechazo a toda la institucionalidad en creciente decadencia.

Lo inquietante es que a pesar de su dimensión no han conseguido superar cierto trazo que dibuja un círculo vicioso. Nunca se consigue trascender el proceso de denuncia, enojo, ira y cierta cultura de exaltación de la derrota con buenas dosis de religiosidad. Lo que se traduce en una recuperación del viejo orden conservador, después de que termina el ciclo de auge de los movimientos.

Obviamente, si no hubieran fracasado estas fórmulas de protesta, no habría sido necesario buscar alternativas. Las nuevas opciones reivindican acciones directas o abiertamente situadas en cierta estrategia basada en la idea mientras peor mejor.

Con esa premisa se considera prácticamente cerrado el camino de la lucha política y se apuesta a una variedad de formas de lucha cada vez más basadas en la violencia revolucionaria. Estas nuevas formas no hubieran emergido si los partidos de “izquierda” no hubieran quebrado, al haberse domesticado y ser incluso cómplices y actores de políticas criminales, como en el caso de Iguala.

Por más iracunda que sea la denuncia contra el Estado y por más simpatía que despierte la causa de las víctimas, como las familias de los estudiantes de Ayotzinapa, en la actualidad no se podría convertir esa indignación en un proceso de cambios políticos si no se construyen objetivos posibles que vayan articulando un proceso de avances.

Pasar de la indignación al cambio político.